Una niña, unas tijeras y unas hojas de papel. Haciendo manualidades en una mesa. Así empieza el cuento, pero el final es de película de terror.
Tras unos minutos cortando hojas de papel y cartulinas de colores, para hacer una especie de collage, la mente de nuestra pequeña protagonista empieza a maquinar. A ver que pasa si corto esto; uf! no puedo, está muy duro el lápiz. Y si corto esto otro; que guapa está mi Barbie Malibú.
La niña recoge todos los bártulos que hay que ir a comer. Fundido en negro. Aparece la madre en el salón y lo cruza para llegar a la terraza. A medio camino se para en seco. No puede creérselo. ¿Eso son agujeros?
#¬#|||–––¬& (un taco enorme) ###$&¬¬||| (y otro) tras ver agujeros en los visillos; muy rectos y muy monos ellos.
Esto es, mas o menos, lo que le pasó a una amiga mía. Y, con algunas variantes, lo que en algún momento pasa en la mayoría de las casas.
Esta fue mi idea para no tener que cambiar los visillos.
Unas florecitas de fieltro, en los colores de las cortinas y la decoración del salón, para colocarlas en la parte del visillo que se ve desde el salón. Para el otro lado del visillo, sólo en naranja. Coloco ambas partes enfrentadas, con el visillo en medio, y a coserlas.
Jaaa... Pues si una de terror. La idea es fantástica. Felicidades, una monada
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